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Decime lector, ¿cuál nombre darías, si fuera posible, entre todos los países que ves examinando el atlas, a la tierra que te vio nacer y crecer, al país que te crió y cuidó, a la Patria que amás? No hay dudas que la Argentina, espléndida esplendorosa, sería tu favorita. ¿Cuál país, cuál estado en el mundo puede preciarse de un nombre tan fabuloso?
Así como su nombre, así es esa maravillosa tierra, tan lejana, tan fascinante. La Argentina posee todos los bienes que nuestro Buen Dios ha donado a nosotros los mortales.
Clima templado en el norte y temperaturas de escalofríos en el extremo sur de la mítica Tierra del Fuego (allá donde los aborígenes, en los siglos pasados, encendían a lo largo de la costa un sinnúmero de hogueras para avisar de los peligros de los acantilados a los inexpertos navegantes que se dirigían hacia el Cabo de Hornos). Campos inmensos de trigo y cereales, manadas de ganado que vagan en los pastos de la inmensa Pampa.. Frutas, verduras, hortalizas y viñedos a los pies de las colinas de Mendoza, centros de esquí en las montañas nevadas cerca de los Andes. Petróleo a lo largo de la costa y otros recursos que quien escribe no puede describir, no habiendo nacido lamentablemente en esa tierra afortunada.
PREÁMBULO
El caso quiso que en el año 1524 los Conquistadores españoles que llegaron al actual Río de la Plata, quedaron fascinados por los dones de plata de los aborígenes.
Los mansos aborígenes desconocían que los recién llegados eran los tristemente célebres conquistadores.
Los mismos que en los años anteriores habían destruido dos imperios. En el año 1519 Hernán Cortés, con la astucia, con las armas, con espadas, con arcabuces y caballos, desconocidos en el mundo nuevo, había llegado hasta Tenochtitlan, capital de los Aztecas. Los españoles habían destruido esa bellísima ciudad que se encontraba en una isla, conectada a tierra firme por numerosos puentes. Después de que su pávido emperador Montezuma fue ejecutado por los enfurecidos habitantes de la capital, los invasores españoles fueron obligados a la fuga.
Cargados de oro, en la famosa “Noche triste”, muchos de ellos perecieron en las turbulentas aguas del río que les costaba cruzar, ya que estaban impedidos por las pesadas cargas que llevaban. Cuando era joven, leyendo las aventuras de Cortés, me impresionó para siempre aquella escena de la Noche Triste, que me recordaba los versos de Virgilio: ¡Oh auri sacra fames!
Refiere un anónimo que estaba presente en la expedición de los conquistadores: “Una delegación de Monezuma se presentó a los embajadores a caballo del gran Cortés y ofreció insignias de oro, plumas de Quetzal y collares de oro.
Cuando vieron todo eso, sus caras eran sonrientes y estaban muy contentos (los españoles) y satisfechos.
Cuando agarraron el oro empezaron a comportarse como monos, estaban sentados justamente como ellos y era como si tuvieran corazones nuevos resplandecientes.
Porque la verdad era que eso era lo que más anhelaban.
Sus pechos se agrandaban y la codicia los hacía alocar.
Codiciaban el oro como cerdos hambrientos”. Más al Sur, durante su avanzada en Perú, Pizarro capturó a numerosos revoltosos. Mataron a todos ellos, pero a su jefe, el príncipe Tupac Amaru, fue reservada una fin más atroz.
Considerando que se había convertido al catolicismo, en vez de condenarlo a la hoguera, bondad suya, se conformó con quitarle la vida con el garrote. Escena grotesca y vergonzosa.
Un sacerdote, tal vez un fraile dominicano, de Santa Romana Iglesia, que seguía a los invasores, bautizaba al pobre príncipe un instante antes de sufrir el garrote. Los pobres aborígenes, libres desde hace siempre, fueron considerados por la Iglesia de Roma como seres inferiores y sin alma. Obligados a ser bautizados en masa contra su voluntad, reducidos en esclavitud, diezmados por el cólera, por el tifo y por el tétano, enfermedades desconocidas por ellos, sufrieron la deshonra del Tratado de Tordesillas (1494), cuando España y Portugal dividieron sus tierras sin ninguna consideración de su existencia. Mucho se ha escrito sobre estas infamias.
Alguna consideración por nuestra parte no está de más.
Claro, no podemos juzgar aquellos crímenes con la visión, la moral moderna. Sin duda se deben relacionar con los tiempos, con la mentalidad y con la ética del siglo XVI.
No es que los españoles de hoy deban sentirse culpables por lo que hicieron sus ancestros. Nada de eso. El siglo XVI era un siglo de violencia también en Europa: papistas contra hugonotes, etc.Todo eso está en el pasado; igualmente, tratemos de no repetir las mismas barbaries.
RÍO DE LA PLATA
Y vos, ingenuo aborigen del Mar del Plata, ¡regalaste plata a los conquistadores! De hecho, como buenos españoles, enseguida se pusieron en acción, remontando el río Paraná, para descubrir la fuente de ese tesoro: la ”Sierra de la Plata”.
Mar Dulce fue llamada esa amplia extensión de agua, que a la izquierda baña la actual costa argentina, con Avellaneda, la Plata y otros centros habitados, mientras que a la derecha baña la costa sur de Uruguay. Fue llamado mar dulce porque sus aguas, al comienzo saladas, se vuelven siempre más dulce al acercarse a la boca del Río Paraná.Tan inmenso y majestuoso es este río, que al acercarse a la estación de los pilotos de Recalada, a la altura de Montevideo, no se logra ver las dos orillas, por la distancia que las separa.
BUENOS AIRES AÑOS 1961 - 1965
FOTO RISTORANTE CABANoto cabana
http://img171.imageshack.us/img171/6796/cabanam.jpgEn el lejano año 1961, llegando desde Génova con un bellísimo barco blanco, el "Sestriere" de Fiat Mare, amarraba en un muelle de Buenos Aires.
Fue así que, de repente, descubrí un mundo nuevo.
Es durante la noche que Buenos Aires muestra su verdadero rostro. Como si fuera tomada por un frenesí incontrolable, un río de mujeres y de hombres sale y entra en los bares, en los restaurantes, en los cines, en los clubes, en las discotecas, en los hoteles por horas, en los locales a media luz, en los teatros, en las milongas. Una marea incesante circula en Avenida Corrientes, en Lavalle, en Florida, en Santa Fe, en Córdoba, en 9 de Julio, se entrelaza, entra en los locales y sale inmediatamente para entrar en otros.
De un sinnúmero de pequeños restaurantes salen, junto a los clientes, humos y perfumes de bifes de lomo, bifes de chorizo, bifes de costilla, asado y chinchulines.
En los grandes restaurantes tipo Cabaña, entran mujeres bellísimas y muy elegantes, que con una mirada de pocos segundos observan a todo el mundo y son admiradas por todo el mundo.
La entrada en esos locales de lujo es un rito liberatorio para las mujeres argentinas, entre las más hermosas y elegantes del mundo.
Con la misma desenvoltura con que entran en un restaurante, después de un par de horas cruzan el umbral de los hoteles, esperando una habitación libre.
En la sala de espera común, se conversa de todo con las otras parejas, se habla de política, de fútbol, de moda.
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